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jueves, 5 de febrero de 2015
Madeleine
Pronuncio tu nombre, Madeleine,
y mis labios tienen el sabor a la ternura de la vainilla,
la suave brisa de los trigales al despuntar la la aurora.
Praderas amarillas se mecen al viento
cuando tu cabellera baila a tu paso de reina,
y los días sonríen cuando saben de ti.
Nadie nunca esperó tu arribo con tanta ilusión.
Eras la princesa, la bien amada, el milagro de la creación ,
de quienes rodearon tu infancia.
Más, creciste con tus pies de muñeca pegados a la tierra,
mirando el mundo con ojos de adulta,
con alma de sentir y entregar.
Tus días no debieron ser fáciles.
Eres coraje vestida de frágil flor de seda,
una sonrisa dulce tras un carácter férreo,
y un corazón inmenso, que no es de esta galaxia.
Yo quiero regalarte todas las estrellas, los luceros,
las tres Marías y mil veranos inolvidables.
Mi admiración y cariño
crecen como el sol al ocaso.
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