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martes, 23 de septiembre de 2014

Arañando las paredes con las uñas , llego a casa.
Un  triunfo casi heroico.
Necesitaba  desesperada mi hogar,
el abrazo de Leoncio, 
que sin preguntar nada,
lo sabe todo.
Tendida a su orilla, 
mi cuerpo fue cediendo al cansancio.
Abrí los ojos al mismo tiempo que él.
Bendición la mía, despertar 
en  sus ojos limpios.

A veces, temo que él no esté más.
Son tus ideas macabras,  tu mentecita loca,
Rompemos a reír en cascada. 

Ambos sabemos que mi mente me juega malas pasadas.
A pesar de ello, nos amamos con  desesperación.

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