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martes, 10 de marzo de 2015

El viaje era duro, los caminos polvorientos pero Nina no era consiente del paisaje. No miraba nada, más sus ojos estaban fijos en los recuerdos recientes.
En la memoria del alma llevaba las miradas fijas, las sonrisas caricaturizadas por la muerte de sus camaradas.
Nunca sintió la muerte tan cerca. El hedor de la sangre impregnaba su cuerpo. Sintió asco por aquellos asesinos capaces de matar por dinero, por una propina o simplemente por diversión.
Ya no recordaba el rostro de Dámaso , pues se había obstinado en olvidar .
¿ Podría acaso pasar página, como quien salta de una piedra a otra, de un riachuelo a otro, eliminar de su mente  aquél fatídico momento? Sacar de su memoria aquellas noches en vela conversando ,  haciendo planes en torno a un termo de café.
No pensaría más en su hombre, en aquellos domingos dedicados al  placer, a las prácticas militares. 
Le esperaban otros retos, se aferraba a aquella idea para continuar el viaje.
Nina reconoció , que esta vez sí estaba moralmente golpeada, sin fuerzas . Derrotada no, pero muy triste y no era para menos. Habían barrido sin piedad a sus camaradas . No hicieron preguntas, los abatieron mientras ellos festejaban alrededor de una hoguera.
Nina trataba de pensar en cualquier otro tema que no le recordaba la escena de los cadáveres regados
en torno al festejo. Ahora ella estaba nuevamente sola y su deber era continuar en la brega
No conocía otro modo de vida , debía recuperar el entusiasmo .
Cosería sus párpados , así no escaparían sus lágrimas 
zurciría el alma con hilo de pescar, así  las gotas de sangre quedarían guardados en su pecho,
O bien, una noche de éstas, se rendiría a sus penas y en el campo se entregaría  en cuerpo y  alma a la pena que la carcomía.
Pensó que era la solución. Desahogaría , gritaría su dolor, la frustración y la rabia.
La rabia la sublevaba, se aferraría a ella con su garra de hembra en celo para ganarle al desánimo .
Sí, ya había descubierto la manera de superar la tristeza y curar el mal bicho de la depresión que se quería colar por sus poros. 
Gritaría, aullaría como la hembra herida que ha perdido a su macho, a sus crías y bebería de su propia sangre .
Manchada , ensangrentada danzaría con los animales por los campos en la oscuridad.
Repetiría el rito hasta curar su cuerpo, el alma a punta de aullidos en coro con los pumas, los lobos.

Una vez, curada, podría asumir el nuevo reto, limpia de penas.

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