La muchedumbre de mujeres y hombres pintaron de negro mi casa.
Nadie había muerto.
Clamaban por mi alma, mi nombre, lo poco que tengo.
Eran aquellos que alguna vez me enseñaron a jugar la ronda y a reír.
Con el único ojo que me queda
No los reconocí.
La muchedumbre de mujeres y hombres pintaron de negro mi casa.
Nadie había muerto.
hice huir a esos malvados.
Con el único ojo que me queda,
derramé una lágrima.
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