Alicia se sintió animada, hasta feliz. Se baño como si fuera a una fiesta y se lanzó a la calle.
Comprobó que aún seguía en la miseria, no le habían depositado en el banco y se alzó de hombros.
Alicia volvió a ser Alicia. Por un rato. No había comido nada. Había pasado su primer día de dieta estricta, invicta. La dieta era la primera batalla emprendida, como meta inmediata.
Volvió a su casa casi por milagro. Temblando, con palpitaciones, casi moribunda.
Se tendió a la cama a morir de a pocos. El corazón galopaba desbocado.
El marido, a su pesar compró un yogurt y le dio a comer un huevo duro.
Sintió nuevamente el calor fluir por su cuerpo.
Revivió.
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