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sábado, 12 de abril de 2014

Alicia volvía a la vida. Esta mañana se cansó de verse desarreglada. Se bañó , se vistió con sus jeans favoritos. Salió a caminar por su barrio.
La gente , los vendedores se asombraban de verla. La saludaban con cariño. Ella se sintió a gusto nuevamente, sin miedo alguno  de cruzar calles,  recibiendo el cariño de sus vecinos.
El lustrabotas le amarró amablemente los cordones de sus zapatos. Ella agradecía con una sonrisa, los ojos brillantes. Sin decir nada, pues eran tan buenos que ya sabían de su aparatoso ataque de pánico y desmayo. La gente humilde es solidaria, compasiva. Ellos conocen de necesidad.
Ese era el cariño que tanto extrañaba. Su familia era fría y casi no tenía contacto con ella. Su familia materna la consideraba poca cosa. Ella siempre se zurraba en ellas, pues como viejas solteronas creían que a los enfermos mentales debían esconderse. Brujas.
Su hija y su nieta, la hermana ,todas ellas respondieron inmediatamente a su aviso del nuevo tratamiento. Citó a su  amigo poeta y neurosiquiatra, genio, autor de varios libros que virtualmente me diagnosticó la enfermedad . La nueva doctora, en fin.
Alicia estaba contenta. Ayer su médico poeta la contactó por chat, hoy hablaría con su nieta y tuvo una conversación cariñosa , con su hija. Se sintió cerca de esa niña tan seria y madura , que desde niña fue adulta. 

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