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jueves, 24 de abril de 2014

María regresaba satisfecha del gimnasio. El primer  día reconoció que había perdido físico, resistencia, aire. 
Hoy sintió  la fuerza de sus músculos, la sangre corriendo por sus venas.
La  la pasión por el  esfuerzo , la disciplina y  su inquebrantable voluntad de bailarina de ballet reaparicieron . 
La alegría de encontrar  gente que le demostraba  cariño .Eran sus compañeros de lucha y celebraban con una sonrisa amable su reaparición,
Las mujeres somos competitivas y no faltó una que la quiso molestar .
Ella casi no le contestó , porque esa mujer no le malograría el día, la felicidad de reencontrarse en su lugar amado. Ella estaba segura de recuperar su figura de venado pronto. Con dieta, claro. Y estaba cumpliendo estrictamente.
Ella caminaba de vuelta a casa A medida que se acercaba a su barrio  un cortejo de palomas la recibía con un coro de cantos  tan hermosos como misteriosos.
 María amaba a las palomas.  Eran bellas, inofensivas  y libres.
A su propia hija la llamaba de cariño Cucú.
 Cuando ella nació, su habitación abría a un jardín perfumado y frondoso. Tanto escuchar a el canto  de las palomas, aprendió el lenguaje mágico , antes de pronunciar el primer papá. 
 Claudia, mi hija era en sí misma, una paloma.
Delicada, elegante  y noble. 
Además de poseer un corazón  inmenso , valor . 
Un  coraje digno de admiración.

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