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martes, 1 de abril de 2014

Alicia se sentía notablemente mejor. Había dormido muy bien.
Quería seguir al pie de la letra las indicaciones de la siquiatra.
Esta era una mujer joven, dulce, que había escuchado con paciencia las lamentaciones de la atormentada Alicia.
La amistad de Ana la reconfortaba, la sanaba. Ella estuvo en todo momento ayudando con las citas, apurando trámites. 
Sin su ayuda , Alicia habría permanecido toda la mañana en el hospital.
La siquiatra  le indicó permanecer en casa, dada su ansiedad. Si salía a la calle podría sufrir otro ataque de pánico.
Nada más terrible que ello. Peor aún  que tener la refrigeradora vacía. Más desesperante que usar tacos altos. Horrible como la pobreza que pasaba, y seguiría sufriendo después de pagar las tarjetas.
El día anterior, en n rapto de locura, no era otro el motivo, o qu izás de caridad, había llamado a su tía.
Aquella protectora mujer destilaba veneno por la boca.  La revancha sería no volver a llamar nunca más. Que siga esperando sus palabras cariñosas que tanto le entretenía.
Solo le quedaba su hermana y sola moriría. Alicia no pensaba ni siquiera ir al velorio o entierro de aquella tía, desleal, envidiosa y llena de prejuicios. Todo lo contaba a la hermana de Alicia , y ésta se daba el lujo de despreciarla y ayer se percató que lo que en su momento fue  amor , el sentimiento trastocó a un odio ciedod

Se acabó, tiita, . No existes más en el corazón de aquella sobrina, frágil,     
a quien prometiste tantas veces tu ayuda incondicional.
Adiós, hasta tu muerte, que será muy .pronto, vieja de mierda.
Y morirás como viviste, sola. 

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