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jueves, 27 de marzo de 2014

María era un torbellino. Sus  entrada y salidas eran más parecidas a una puerta de vaivén que a una mujer. Era pasión pura y obstinación.
Tenía el plan listo para escaparse mañana .
Recorrería desde su departamento , las callejas que transitaba con un novio suyo. El le mostraba las dulcerías de la zona que ella jamás conoció, sino con él. Era mérito del muchacho incenti
Llegaría a la mítica  Residencial San Felipe, viejo lugar de gratos recuerdos y seguiría  por el barrio de los árabes, es decir, y contemplar sin apuro las quintas antiguas, que según creía María, habían sido testigo de la historia de tantas familias. Quizás se acercaría por el antiguo mercado y  de frente a su antiguo cuartito a una cuadra de Campo de  Marte.
Había vivido todas las experiencias  en aquél cuartito que ya no existía como tal. 
Habían derribado la casona y en su lugar construyeron un moderno edificio. María sabía que si se acercaba al patio de aquél edificio vería la llama intacta de su amor por  ese hombre que  la llevó a situaciones límites. Como penas fantasmales, quizás los nuevos habitantes escucharían susllantos, los alaridos cuando él drogado la masacraba.

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