A veces tiemblo como una avecilla al cruzar la avenida.
Siento que la calle se abre y caigo en lo profundo de un foso.
Sé que es pánico.
Por ello, cuando debo ir al banco, repito el mantra:
Nada ha de pasarte, el miedo está en tu cerebro.
Con esa frase en los labios, he de pagar las cuentas, sin el temblor en las manos, sin cometer errores, serena.
Hoy probé usarla por primera vez, y volví victoriosa a casa.
El alma plena, la sonrisa dulce.
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