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jueves, 30 de octubre de 2014

Aquellas bestiecillas,  sí, las mismas que ocupan mi mente,
han de ser expulsadas cuanto antes.
Ellas dominan mis días, asustan mis noches, mi vida es un horror.
Temo a las calles, a los autos, lloro a gritos al cruzar las pistas.
No vivo bien.
He pensado en pararme de cabeza por horas,
sacudir mi cabeza en esa posición,
trepanar el cerebro en dos.
Prender fuego a mi cabeza, así escapan , huyen despavoridas,
las muy malditas.

Radicales medidas, lo sé.
Libre de ellas reparo mi cerebro, luego.

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