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martes, 21 de octubre de 2014

Algunos días arrastro los pies como en una procesión maligna.
Mis alas de cristal,  de mariposa  rotas.
Recurro entonces al amor de Leoncio.
Lo abrazo dormido, siento su calor,
me devuelve la vida.
La  alegría nos  es esquiva por estos tiempos.
El sufre, yo a su lado, sufro también.

Me preocupa contagiar más penas a sus penas.
En secreto, curo las heridas del aguijón 
que muerde mi alma sin piedad.
Sangro como un manantial,
disimulo con trapos.

Así pasan nuestros días de  dolientes seres.
Aguantamos las pesadas cruces de espinas de cada uno.
Nos miramos a los ojos,
nos tomamos de las manos.

Juntos , somos uno contra los males.

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