Recorro las calles.
las quintas, las arboledas en pos de un recuerdo,
de la fragancia que te evoque.
Una y otra vez , como una orate camino en torno al álamo,
clamo a las rosas de mi madre.
Por un halo de su perfume,
por la misma sombra que protegió del sol.
Es inútil.
Al morir, los difuntos se llevan consigo el alma,
las más preciadas joyas ,
su aroma, el aliento cálido de su boca.
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