Amo la textura de la arena,
su color marino, tenue , neutro, discreto ,
el mejor homenaje a los colores esplendorosos del mar.
Amo el sabor a mar en la arena, a pez espada,
a fruto divino,
aquél que se ofrece generoso a las criaturas de la playa,
y a aquellas mujeres protegidas por las dunas ,
mujeres errantes del desierto.
Buscadoras eternas de amores, perdidos en noches de luna nueva,
en alguna fonda marinera , fugitivas sin maldad,
mujeres de piel roja por sol inclemente, de ojos alucinados y lengua entreverada por mil lenguas ,
al final de cada frase , rompían a reír, como las olas en la rompiente por donde vagaban
o simplemente aguardaban el inicio de una era, revelada en sueños,
o el arribo del salvador, anunciado por boca de algún profeta de las arenas.
Las dunas eran , son , serán el montículo de arena que el viento sopla a su antojo,
pero para los seres de la arena son los cerros protectores ,
del cuchillo traidor del frío nocturno ,
de la espuma helada del mar, que penetra a mansalva hasta el tuétano
y ya muchos devoró en tres días.
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