A pesar de la navaja del frío,
del ataque feroz de la ventisca,
Desnudo mi cuerpo a la intemperie.
Recia piel mía, resiste el embiste del del granizo,
la llovizna helada, que penetra por los poros.
El serpentín de mi cintura baja por mis caderas
al lecho florido,
Tiendo mi humanidad sobre el lecho,
tirita mi cuerpo, y con mis manos de pàjara
invento caricias de ave ,
recorren plumas pechos , caderas
Y éstas cobran vida nueva , despiertan de ese gélido
invierno, y son las caderas quienes con su danzan batiente,
inician el pago al amor.
Mis senos henchidos claman
la floresta humedecida ,
el molusco henchido gime
a punto de estallar,
Y mis manos de aves
acarician suaves , rozan
crueles un cuerpo a punto
de estallar.
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