Las recién llegadas gritan desaforadas ,
- no sé si felices o alunadas -,
los ojos fuera de su órbitas,
los labios resecos por el sol del camino, por la sed.
Ellas no conocen aún el gobierno de las fragancias,
el arrobamiento de los sentidos.
Aguardaré su estancia en la arena con las otras mujeres,
su cabellera frondosa al viento,
la sonrisa cómplice y las trasladaré en secreto
al mundo de arbustos , de perfumes
y encantos, donde sus cuerpos desnudos serán untadas con óleos finos ,
abrillantados con aceites de almendras y cuando estén prestas a mi deleite,
serán presentadas una por una.
Su hermosura cegará mis ojos y ellas
niñas aún se embelesarán por primera vez de las fragancias, para no dejarlas jamás.
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