Así llegó al día en que reniego de los dioses, de quien sea creara la arena y los mares ,
por tanto placer, por tanto goce emanado de la piel ajena y de la propia,
pues no existe un lugar en el desierto, en los arenales para la soledad y la contemplación.
Es por lo que clamo, un lugar para el espíritu
un islote para el lloro y el quebrantamiento del alma.
Acaso no contemplaron que éramos humanos de pieles con espíritu?
Nos levantamos en armas, que son los palos que vara el mar para atacar a quien quiera evitar nuestra evasión de la tierra de los goces al islote de lo divino.
Deberán comprender nuestras razones, que son temporales.
Luego del retiro, volveremos fortalecidos o nos marcharemos hacia otros rumbos.
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