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martes, 14 de abril de 2015

Nina había abandonado las tareas del hostal para dedicarse en cuerpo y alma a la misión de luchar contra los mineros.
Con las primeras luces acariciando su piel, trotaba por el campo hacia la mina.
Era su propia inspección de la mina. Amaba ver el río. Recordaba esa corriente purísima de agua helada que bajaba de La Oroya cuando acompañaba a su padre.
Eran otros tiempos. Este río no era el mismo y la corriente estaba contaminada de relave , sucio de minerales que mataba. Río asesino. Asesinos,  aquellos que por extraer la riqueza de las entrañas de la tierra mataban a su alrededor seres vivientes, envenenaban el agua.
Qué nos dejaban? solo los restos de su codicia y más miseria y hambre.

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