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martes, 2 de agosto de 2016

Nos  arrojaron de nuestra tierra, del hogar de nuestros antepasados,
de aquello que costó siglos , fuego y vidas defender.
Cada kilómetro lejos , es una herida en el alma,
un lamento que crece en la garganta y muere antes de ser grito.
Somos expatriados, nadie nos escucha, a nadie importamos. 
 Perdimos la  nacionalidad, a nuestros  seres queridos, pero no los sueños.
 Nos expulsan de un país a otro, vagamos de un lugar a otro corridos por los perros y las balas de las metrallas.
Chillidos de rabia , de desesperación  lanzamos al viento
   las noches estrelladas en el campo,
 pues el coraje y la dignidad , ningún gobierno nos los  arrebata.

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