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jueves, 10 de marzo de 2016

En la arena blanquísima encuentro a Martha Coronada de Estrellas.
Hermosa risa de dientes que iluminan el día. Manos sabias para curar, sanar.
Conversamos y reímos como dos viejas amigas y es por ella que voy a Cali.
Salsa pura, chica, me dice, soltando esa carcajada potente a pesar de sus 12 hijos y los nietos en Barú.
Conozco Barú y es una isla turística y también un palenque de negros miserables.
Cómo quisiera ayudar, pero Martha es digna como una trabajadora y sabe que sus manos valen oro.
Voy a Cali, Martha, si no te vuelvo a ver, regresaré el año próximo a la playa a reír contigo, amiga querida.

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