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sábado, 26 de septiembre de 2015

Elevo mi cuerpo del lecho, levito . 
Con una pirueta, giro , en punta de pies
me alejo hacia el bosque. 
Como cada día, disfruto el placer intenso 
de recorrer sus trechos  a trote, corriendo, a gatas, en bicicleta.
 No importa la manera. 
Vale el supremo goce de moverse por un jardín encantado,
la melodía sinfónica de las aves apenas despunta el día. Eso no tiene precio. Y moverse es estar viva. Al menos para mi.

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