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martes, 18 de agosto de 2015

Aquella mujer deambula sin perro ni hogar. Tiene la cabellera revuelta, la falda hecha jirones y sus pasos no conocen descanso. Ignora que su perro, lo más amado, murió ayer. Lo busca febril entre los cubos del mercado, en el parque entre los niños. La policía la detuvo ayer pero  la dejó libre. Su pena son la demencia y la soledad.

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