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martes, 27 de septiembre de 2016

Escalo, subo, trepo, alcanzo la cima del barranco, me siento a contemplar el panorama desde esta posición privilegiada. El mar ruge furioso con su blanquísima espuma como sonrisas de niñas, el viento acaricia mi rostro mientras el cielo clarea solo para mi.
Es la fortuna de ser la mujer del malecón.

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