Y desde aquél día,
busco la caricia de su voz
escondida en cada pliegue de mi piel
de yegua.
En cada fibra descoyuntada,
abierta , ofrecida ,
en los cuajos nuevos
de cascadas, riachuelos,
bosquecillos crecidos
al rocío de mi placer.
Alto follaje perfumado
que me consuela
de la ausencia infinita
del sonido articulado
desde las entrañas hasta la punta de
los labios
de unos versos de poeta.
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