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viernes, 23 de enero de 2015
Deseo oler, vivir la nariz pegada al follaje,
ebria de perfume, sin pensar en nada más.
Qué laxos son mis movimientos,
cuán tenue pasan las horas entregada al olor.
Ese será quizás el motivo por el cual , nadie sale a pasear ,
todos permanecen tumbados en su habitación ebrios y risueños,
de tanta floresta.
Solo yo, apenas arrastro mis pies hacia el gimnasio.
Entreno duro, solitaria pues me abrasa la recompensa de abrazarme al vicio delicioso del perfume.
Así estamos todos los pacientes , ensimismados, risueños de nada,
noche y día, ansiando cada vez más perfume,
arrancando de cuajo las flores del follaje,
inventando nuevas formas de oler.
Aún la prohibición estricta de no tocar,
tocamos, acariciamos , exponemos las fosas nasales directamente al follaje, en un desesperado acto por aspirar desde el origen, el alma misma de la planta.
Drogados, embebidos, riendo todo el día de nada en nuestras habitaciones, ya ni comemos, ni dormimos.
Solo buscamos nuevas formas de procurarnos el perfume.
En ello, se nos va la vida.
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