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miércoles, 21 de enero de 2015

X . narraba  con el pecho inflamado de orgullo patriótico, 
las bellezas de su terruño.
A mi, poco o nada me importaba si no era para encontrar la ocasión
de mostrarle orgullosa mis pechos desnudos.
Solo eso me interesaba.
Redondos,  rotundos pechos míos con los pezones erectos ofrecidos a la suavidad  de sus labios,  a mil kilómetros de distancia.
El sin más, pasaba del chat a google,  y sus ojos acariciaban  esas montañas con una mirada golosa, que inflamaban , rocíaban entre mis piernas
Incómoda  por mi clítoris abultado, ubicaba la silla de modo tal que podía mirar y sentirme y mostrarme tal como abría mis piernas y acariciaba mis senos.
Tan intenso era el deseo , que desataba el tormento  más puro en mis pechos y pronto en aquella zona, que él ,descubrió para mi.
Lo repetía una y otra vez, Hundía los dedos en las oscuridades de mis nalgas  y despertaba  un mounstruo  vivo hambriento  de años ,que aullaba  como la bestia que era, y pedía más  y más. 
Era rozar  mis pezones  e  hincar  mis nalgas prietas, sobar mis labios turgentes, rocíados  para asegurar una noche entera de lujuria,  una noche sin paz sin reposo .Un orgasmo anal con convulsión de todos mis esfínteres , una apertura animal de vagina , donde nada saciaba ese apetito descomunal. Nuevo. Solo mis dedos.  Y no bastaban. Me doblaba, estallaba, volvía a por más.
Y llegaba la aurora y me descubría igual de excitada o más.

El recuerdo de las historias del vasco continúan  en mi mente. Alimentan algunas noches solitarias, aquellas cuando dispongo de mi cuerpo para el goce absoluto de sus orificios, 
todos y cada uno de ellos.

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