El peso de la tarde cayó como plomo sobre mis hombros.
Me derribó,
confusa palpé ciega papeles , restos de medicamentos.
Olvidé mi nombre por el golpe,
tampoco supe que diablos hacía yo en aquél lugar,
donde mis pupilas rodaban por las paredes
como pelotas,
confusas, perdidas.
Y fue necesaria la presencia de tres enfermeras
para atarme a la cama nuevamente.
Y solo me tranquilicé ,
cuando volví a sentir el perfume del follaje
en mis narices al ocaso
A la mañana,
enjabonada y semi desnuda
quise huir nuevamente,
por el hueco de la ducha.
Me olió un perro guardián,
casi me arranca mitad de cara ,
si no me guardo a tiempo.
Mañana por la tarde antes del ocaso
y su perfume
embriagador , que me domina,
maldita sea, me gobierna,
hace conmigo lo que quiere,
taparé mis fosas nasales,
intentaré otra fuga.
Se los juro.
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