Una mano purísima extiende el medicamento.
Abro la boca,
trago la píldora
cierro los ojos.
Bajo mis párpados,
mis pupilas recorren veloces el incierto camino de una huída,
que va desde mi cama
hasta la sala . Una ventana.
Un ir y venir , un viceversa ,
que nadie debe notar.
Es inútil.
No existe salida.
Un sentimiento de resignación,
me atrapa,
asfixia, y aprieta el pecho de paloma
Impotencia de ser y no poder.
De no ir ni venir.
Solo escribir.
Escribir día y noche
como aquella princesa que contaba los mil cuentos
para distraer al verdugo.
Así cargo el peso de la tarde sobre mis huesos,
tristes huesos míos.
sin salir y emprender el vuelo
por los cielos azules de mis sueños.
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