días leyendo o escondiéndose de la policía.
Fuimos a Nueva York —olvidé lo que pasó, excepto que eran dos chicas de color—
pero las chicas no estaban; se suponía que íbamos a encontrarnos con ellas para cenar y
no aparecieron. Fuimos hasta el aparcamiento donde Dean tenía unas cuantas cosas que
hacer —cambiarse de ropa en un cobertizo trasero y peinarse un poco ante un espejo
roto, y cosas así— y a continuación nos las piramos. Y ésa fue la noche en que Dean
conoció a Carlo Marx. Y cuando Dean conoció a Carlo Marx pasó algo tremendo. Eran
dos mentes agudas y se adaptaron el uno al otro como el guante a la mano. Dos ojos
penetrantes se miraron en dos ojos penetrantes: el tipo santo de mente resplandeciente, y
el tipo melancólico y poético de mente sombría que es Carlo Marx. Desde ese momentodías leyendo o escondiéndose de la policía.
Fuimos a Nueva York —olvidé lo que pasó, excepto que eran dos chicas de color—
pero las chicas no estaban; se suponía que íbamos a encontrarnos con ellas para cenar y
no aparecieron. Fuimos hasta el aparcamiento donde Dean tenía unas cuantas cosas que
hacer —cambiarse de ropa en un cobertizo trasero y peinarse un poco ante un espejo
roto, y cosas así— y a continuación nos las piramos. Y ésa fue la noche en que Dean
conoció a Carlo Marx. Y cuando Dean conoció a Carlo Marx pasó algo tremendo. Eran
dos mentes agudas y se adaptaron el uno al otro como el guante a la mano. Dos ojos
penetrantes se miraron en dos ojos penetrantes: el tipo santo de mente resplandeciente, y
el tipo melancólico y poético de mente sombría que es Carlo Marx. Desde ese momento
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