Y al lamento de la balada
al clamor desesperado
mis párpados entrecerrados
sentían correr por las venas,
brincar el torrente poderoso de la vida
turbando cada pliegue de mi piel de seda,
separando las coyunturas de los huesos,
inquietando hasta mis cabellos,
abriendo mis cauces olvidados
vertiendo miel en ellos ,
Sintiendo el calor del sol en mi vientre,
el estallido frenético
su danza contenida
solo por mis dos manos en las orillas
de la génesis dilatada
entre mis piernas.
Derramé simiente hirviente
Grité gozosa , enmudecida , por los aplausos al Poeta.
Recuerdo aún el poema portentoso,
cómo olvidar.
si su evocación me enciende, me derrota
me pierde en los confines de un placer ignoto.
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