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lunes, 12 de enero de 2015

La  voz atronadora
engolaba  redondeces,  los  encantos
del cuerpo de su amada
y era su  piel de mujer,
la que cobraba vida , 
rociaba urgencias
en cada  palabra 
 rodeaba sus pantorrillas, 
los senos trémulos temblaban
el  humedecido  sexo danzaba elástico,
apretado entre sus piernas
 escondido de todos
 pero gigante, oloroso molusco
al  costado inmenso  de ese nuevo Diego Rivera,
que al clamar,
 desgarraba, incitaba con su lengua,
de  verbo poderoso, 
prometía parnasos deleites desconocidos.
a una mujer como un ave ofrecida 
de   miel untado  en todo su cuerpo.
Y hasta hoy sus pechos tiemblan
desean, claman por esos poemas
a ser escritos,  poeta ,sobre su piel 
que no  olvida el placer de tus versos
y  desea  el mismo goce prometido a  betsabe
como sacia  el venado su sed de años en la fuente.

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