La voz atronadora
engolaba redondeces, los encantos
del cuerpo de su amada
y era su piel de mujer,
la que cobraba vida ,
rociaba urgencias
en cada palabra
rodeaba sus pantorrillas,
los senos trémulos temblaban
el humedecido sexo danzaba elástico,
apretado entre sus piernas
escondido de todos
pero gigante, oloroso molusco
al costado inmenso de ese nuevo Diego Rivera,
que al clamar,
desgarraba, incitaba con su lengua,
de verbo poderoso,
prometía parnasos deleites desconocidos.
a una mujer como un ave ofrecida
de miel untado en todo su cuerpo.
Y hasta hoy sus pechos tiemblan
desean, claman por esos poemas
a ser escritos, poeta ,sobre su piel
que no olvida el placer de tus versos
y desea el mismo goce prometido a betsabe
como sacia el venado su sed de años en la fuente.
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