Al sonido portentoso de su voz,
fui un avecilla
ofrecida
a su lengua gruesa y oscura ,
a sus dientes,
Su mandíbula deglutiendo
huesos, falanges, maxilares.
Saboreada con lengua sabia,
por aquella profunda boca morada
de labios gruesos,
que no cesaban de declamar poemas sísmicos
retumbando turgencias en mi cuerpo.
Las manos de labriego abrieron mi sexo
como un cuajo de vino para sorberlo,
con sed bíblica, una y otra vez..
Deglutió , masticó mi cuerpo,
deshilachó mi piel de seda ,
arranchó a dentelladas
lento, como se toman los senos,
uno por uno , Por las puntas,
por la espalda naciente.
Yo gozaba tanto ,
que mis poros abiertos
eran rosas rojas bermellón,
pliegues nuevos , ignotos a su lengua.
Ciega de cuajo de vino,
sorbida desde el tuétano
hasta los pechos enormes
en sus manos rugosas.
Bacante rugiente
animal prehistórico
Gozoso y pleno.
escupida fui.
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