era tan placentero recibir la lluvia fina
arena tupida sobre las mejillas
sobre mi cuerpo,
posado como una sirena sobre la duna,
ignorando, burlona del transcurrir de las horas , las estaciones,
sumando años al reposo en la placidez del vientre lechoso de la madre
o la cortesa o lo que fuera o se llame o se diga.
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