Ella sabía
siempre sabía distinguir su simple apetencia de lumbre
de la necesidad imperiosa de echarse un trago,
Uno de colores añil y rojos, que expendían en las afueras del mercado
y que él apuraba , como si fuera lo último que restaba por hacer en este mundo. Necesitaba escapar , volar , estallar de sí mismo así huiría de la espina envenenada .
Tras una botella entera bebida de un solo trago,
vagaba por las calles sucias perdido de sí mismo y de los de su misma raza,
locos y ebrios todos hasta que el sueño lo derrotaba en cualquier esquina.
Ella sabía entonces donde encontrar su cuerpo maloliente, orinado por mil perros ,
y sin palabras sabía mostrarle el camino de regreso a casa.
Así era siempre.
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