Ella sabía
siempre supo que lo suyo era una relación de alto riesgo
no podía esperar nada más que golpes y una que otra caricia,
cuando ella traía dinero de la calle, entonces eran risas y vino.
El le arrebataba la guita de un manotazo y salía presuroso a comprar la merca a las sucias calles del Callao.
El vivía preso de la droga.
ella nunca se opuso a su consumo,
era inútil
así lo conoció y lo amó con la intensidad enfermiza de aquella ,
que es capaz de olvidar su propio dolor por sentirlo físicamente cerca,, endrogado pero a su vera , los ojos amoratados
pero sonriedo dulce , sobreponerse a los golpes y seguir amando aún la sordidez,
el dolor físico, el hambre, la desesperanza.
Aquella falsa versión del amor fue lo que finalmente terminó por hundir su amor en un charco
fanegoso, donde ni el marido quizo chapalear.
Una tarde cualquiera , harto de la humillación , de la poca dignidad de la mujer ,
cerró la puerta de un portazo seco y definitivo.
Había encontrado una muchacha más joven que le reportaría pingues ganancias haciendo la calle, sin ningún tipo de relación sentimental.
Ella enloquecida de dolor aullaba como una gata herida hasta que los vecinos asustados llamaron a los bomberos.
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