Y si
sorprendo a mi enemigo
el invierno
con un ataque frontal
una cabecita
en pleno centro del estómago
- una ola helada congelará
mis miembros
y el cerebro por un instante -
como un ángel de las estatuas
yo ya seré parte del él
y me moveré con él a su ritmo
y en su tiempo
quizás no duela tanto
formar parte de sus moléculas
sea hasta agradable
el resto será digno de ser contado
en otro poema
o quizás huya cobarde a los pocos segundos
como quien escapa de una ducha helada
pero nada pierdo atacando
nada pierdo.
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