Soplen vientos alisios, soplen hasta aclarar el cielo.
Esa estela parda acongoja los corazones de la manada.
Lejos quedaron los paseos al mar, tras los pasos de la yegua blanca.
Fue ella ,quien los guió hacia las cumbres de los nevados,
a pastar luego a campos dorados de trigales y girasoles.
Los caballos, inquietos rodean a la yegua inmóvil.
Lamen sus llagas, la sangre , que mana por cada poro de esa piel
desecha a dentelladas por los lobos.
Ellos saben que mi yegua sufre.
Resopla ruidosa, estrépitosa relincha si se acercan demasiado.
El médico ha ordenado dos semanas sin salir del establo.
No ha pasado ni un día, Blanquita está desesperada por oler la libertad.
Galopar hacia un campo de flores , donde la primavera florece cada día, las mariposas de mil colores vuelan alrededor de las higueras .
Olvidar el dolor, el ataque de esos animales salvajes.
Cabalgar hasta el cielo sobre una nube.
Volver a ser yegua blanca, que de tan blanca es azul, indómita ,
adorada por todo aquél que la conoce.
La yegua de pura sangre ,reina de la manada.
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