Rodeo la garganta de mi yegua con una mano.
la siento latir débil.
Es tan fina, frágil,
hasta sus extremidades son las de una reina.
Aún mana sangre por las heridas,
su piel abierta, a dentellas por las fieras.
Los músculos tensos ,
su cuerpo todo grita de dolor.
Los lobos casi me la matan.
No quiero imaginar siquiera cómo
sería mi vida sin mi hermosa
yegua blanca, que relincha feliz
cuando galopa , corcovea y cabalga
veloz en las carreras.
Al pasear por la comarca ,
los campesinos saludan ,
acarician su lomo.
Ella inclina su cabeza,
se deja querer.
Nadie sabe de sus paseos por la luna,
de su romance con la luna y los luceros.
Solo los niños la contemplan cada noche
en el cielo .
Observan asombrados su coqueteo pícaro,
las crines blancas
que de tan blanca son azules,
antes de dormir.
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