Escucho el pavoroso aletear de las aves negras.
Cierro a cal y canto puertas , ventanas.
Es en vano.
Han atravesado furiosas los cristales.
Ensangrentada, me enfrento cuerpo a cuerpo.
Con el pico arrancan mi ojo derecho,
lo devoran con fruición.
En las corvas guardo el puñal.
Ataco ciega hacia cualquier lado.
Ardua tarea la de escribir con un solo ojo.
Barrer las plumas negras derramadas sobre el piso.
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