Curo las heridas de las fustas enemigas , rojas, carmesí bermellón sobre la piel de durazno de mi yegua blanca.
Ella es una verdadera pura sangre, no gime, ni resopla.
Estoica , soporta el medicamento agrio sobre las heridas abiertas.
Sus crines lloran sal, su lomo entero reluce húmedo de tamaño esfuerzo.
Su galope veloz en una carrera , es un haz de luz , tan blanco que ilumina azul, contra caballos más fuertes, yeguas traicioneras de patadas certeras.
Veloz como ninguna , de gracia singular, son sus patas tan largas y finas que no se logran distinguir a la distancia.
Es una figura fugaz blanca , azul, que vuela sobre la pista
Su estampa elegante enamora al público .
Hombres ,mujeres y niños, todos muy engalanados pierden la compostura cuando la ven pasar rauda, sus patas largas,el cuello fino, la mirada fija en la meta.
No se inmuta por los ataques de los caballos contrarios .
Ella sigue a paso acelerado, como quien da la contra.
Rechiflan, vitorean, echan sombreros al vuelo alentando a la más grácil , aquella yegua blanca que de tan blanca es azul, sin conocer su nombre siquiera.
Pareciera que ella supiera que es merecedora de los aplausos, del alboroto , del asombro de aquellos que la alientan ,rechiflando, chasqueando los dedos , pues aligera el paso , el corazón a mil,
entregando el alma , rompiendo herraduras , llegando en primer lugar a la meta.
Nadie lo duda , es una verdadera campeona.
Temo por ella.
El público salta las barreras para contemplarla de cerca.
El temor me invade.
Vendrán los hombres ricos a ofrecer fortunas por mi yegua blanca.
Aquellos poderosos no saben, no conocen el valor de mi espléndida yegua blanca.
Nada puede comprar el amor que siento por ella .
No saben de su fidelidad ni que de la alegría en mi manada.
Aquella, quien encabeza el tropel de potros y caballos hacia el mar, los guía con su paso hasta las cumbres de los nevados.
Ellos conocen los valles de mil tonos de verdes y amarillos.
Nadie sabe ,que por las noches baila con las estrellas , zapatea sobre la luna de plata.
El sol le guiña un ojo al verla pasear.
Es la extensión de mi propio cuerpo, mi alegría y mi pesar.
Nos alejamos del gentío que quiere acercarse a tocar su piel de melocotón herida.
Desean comprobar si su ligereza, su belleza son de este mundo.
La llevo a la casa, cerca a mi lecho . Así la tengo cerca, la curo susurrando al oído canciones de cuna . Termino la labor muy tarde.
Ella está sana y segura .
No hay comentarios:
Publicar un comentario