Nina sentía un rechazo visceral por las fiestas burguesas.
Era una sensación física, que le revolvía el estómago.
Si bien de niña nunca tuvo que sentarse a celebrar alrededor de una mesa,
era el ambiente callejero , las tiendas con nieve falsa en verano, la gente aturdida por comprar , gastar frente a aquellos niños, mirando las vitrinas juguetes imposibles, lo que le hacía bullir la sangre.
Le sublevaba , además, festejar el Día de la Madre, si la suya murió apenas ella nació y nada recordaba . Además quien escoge ser madre si es tan solo una casualidad, Uno , a menos que sufra de un vacío existencial, no busca la maternidad para colmar su vida.
Ella odiaba la imposición de la celebración . No así la fiesta espontánea , el baile, . Eran aquellas fiestas de rosas rojas.
Algunas camaradas hacían planes para organizar el Día de la Mujer. Se supone que era una fiesta revolucionaria pero Nina disentía plenamente con esa idea.
Ella pensó vivir una pesadilla.
No había ella caminado tanto trecho para terminar haciendo el ridículo en festejando una fecha en la que sinceramente no creía.
Ella cuestionó duramente el festejo.
¿ Quienes , aparte de algunas de ustedes, puede asegurar que las mujeres del mundo viven sin el oprobio de un hombre?
La sociedad burguesa impone la idea de la pareja a manera ideal de convivencia y procreación. Cúantas mujeres son violadas, irrespetadas por hora en el mundo?
Sus palabras fueron subiendo de tono y se convirtieron en arenga.
Las camaradas escuchaban mudas, dignas hijas de una sociedad andina y patriarcal, y se alzaron de hombros. La creyeron o ebria .
Nina estaba verdaderamente encolerizada de verlas modositas con sus tijeras listas a adornar el salón comunal.
Parecen oficinistas- les escupió en plena cara - secretarias, queridas del jefe.
Ella disparaba su rabia hasta que cansada se retiró a descansar.
No sabía que al día siguiente, las camaradas le harían pagar cada palabra con sangre.
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