Muy pronto, Nina se hizo al tráfago de esa ciudad , que apenas dormía por vender.
Su trabajo era incesantem también pero comía bien, tenía unas horas para el reposo y además compartir la mesa con los parroquianos le daba siempre información adicional de los movimientos que ocurrían en las alturas. Esa información que no publican los diarios. La llegada de algún líder, los rumores en sotto vocce le hacían parar sus orejas, alertas-
Sabía que un tal Santos era el líder de los anti mineros. Los yacimientos de minas, como todo en aquella zona eran riquísmos. Oro, plata y zinc.
Lamentablemente y como solía ocurrir desde la conquista del Perúa , unos cuantos propietarios poseían la riqueza que era de todo el pueblo. Aquellos mineros trabajaban en condiciones infrahumanas,
en zocavones oscuros donde se filtraba el agua, minando sus pulmones hasta que la tubercolosis se los llevaba a una edad muy temprana .
Lo más triste es que las minas contamianaban el agua y pronto esos hermosos campos verdes , aquellos niños correteando felices se envenenarían de los químicos malditos que usaban las minas.
Una y otra vez se habían pronunciado en todos los tonos .
La empresa , así se hacía llamar, el conglomerado de las más fuertes empresas nacionales y trasnacionales sencillamente se reían en la cara de aquellos que protestaban por mejores condiciones de trabajo , contra el medio ambiente, Se habían sucitado ya hechos violentos de gran envergadura y sabía que Santos andaba con una chica de Lima, una poeta, algo mayor que ella. Sería fácil romper las barreras de la comunicación, al menos, Nina estaba muy optimista al respecto. No sabía que Santos estaba preso y que su pareja luchaba desde las barricadas de un diario de izquierda.
Al enterarse de la realidad, lejos de deprimirse, decidió tomar el primer carro que la llevara a los asientos mineros y conocer de primera mano la situación real, Debía esperar primero al día domingo, que era su día libre, pero que ella llegaba, llegaba.
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