Eran tan breves los domingos para descubrir nuevas zonas en sus cuerpos para procurarse placeres nuevos. Les quedaba tan poco el tiempo y era tan grande la ansiedad de los cuerpos, que Nina pensó en huir en un momento de debilidad. La lucha debía continuar sin flaquezas. Ella lo sabía muy bien.
Era Nina , quien se movía con destreza marinera. Conquistaba con fervor puntos inexplorados, se aplicaba en ellos, probaba, insistía. hasta lograr el gemido, un gruñido, la reacción de Dámaso.
A él le encantaba su entusiasmo, el apetito feroz , ser devorado.
Ambos habían desarrollado cuerpos fuertes, musculosos y Nina sentía verdadera debilidad por el cuerpo cincelado de su hombre , aquellos pectorales redondos, macizos. Era como si se tratara de un hombre nuevo. Además, Dámaso estaba había dejado atrás algunos tapujos, Se dejaba llevar por esa maga del amor.
Ella besa sus pectorales, Los lamía en círculos, subía al cuello , susurraba cosas al oído,
bajaba hacia su miembro, lo sentía crecer bajo el pantalón, lo acariciaba con los dedos.
Le excitaba mucho sus gemidos de macho , rogando por más.
Luego, le tocaba a ella.
Dámaso conocía bien cuánto gozaba Nina al roce delicado de sus pezones .
El rodeaba con la lengua su aureola. Alcanzaba en círculos sus senos
, demorando en ir a mojar con la punta esos diamantes erectos.
Ella tiraba de sus cabellos , obligando a bajar su cabeza y él evitando bajar para incrementar su ansiedad.
Ya en otras ocasiones , Nina había experimentado orgasmos tan solo con caricias en sus senos.
El deseaba brindarle una sesión de amor como ella merecía.
Esta vez, él se atrevería a besar, succionar poco a poco, como una tortura, cada pecho, sus labios, el sexo.
Ella gemía, exigía, pateaba. El frotaba los pezones con los dedos. Ella casi gritaba.
Dámaso dirigió su cabeza , rodó por su vientre plano, Uno a uno tiró de su vello púbico.
Lo apretó fuerte. El fluido de ella dilataba sus labios, invitando a morder su fruta madura.
El arma era su lengua, envolvente, un tirabuzón que sobaba , se introducía, amaba esa vulva dilatada para él.
Las profundidades rumorosas de la caverna, cada vez más profundamente, hasta atraparlo como un molusco.
Ella cabalgaba prendida de su espalda, hincando con las uñas, gimiendo, ululando cantos de sirena, El exploraba cada vez más profundo la caverna porosa , un territorio virgen y deleitoso que se abría como una rosa para su deleite. Qué afortunado se sentía.
Con una mano, Dámaso tomó sus senos, los succionó con delicadeza, luego rudo, mientras atropellaba como un toro el cuerpo de su hembra. Ella pensó que no soportaría tanto placer, que podría abandonarse eternamente a esa sensación ,que doblaba su cuerpo, lo estremecía en espasmos y como un geyser arrojaba lluvia
estelar.
Rendida, cerró los párpados. Dámaso la dejó descansar mientras él asumía sus obligaciones.
No todos los días, uno se entrega con todos los sentidos del cuerpo. El lunes volverían a entrenar y les tocaba tiro al blanco. Sabía que Nina, estaba comprometida pero la ternura que le inspiraba la muchacha, su entrega reciente como nunca antes , merecía al menos, un sueño reparador.
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