Ni bien , Nina logró escapar de la obsequiosa amabilidad de la señora de la posada, salió a conocer la ciudad, sin más preocupación que el interés turístico .
Verdaderamene , ésta era una ciudad comercial rodeada de valles de capas tersas de colores verdes en sus difersos tonos. Los mil tonos de verdes alegraban la vista , alcanzaban las colinas , alegrando el paisaje . El cielo era límpido como no había conocido antes , y si bien, el sol salía muy temprando , el calor no molestaba. Nina sintió que había llegado a un paraíso.
La gente, acostumbrada al trato con foráneos por el comercio, apenas la miraba pues no resultaba ningún bicho raro. Era gracioso pasar por calles y avenidas y escuchar la guerra de los micrófonos por atrer clientes, la música, a todo volúmen. Se respiraba vida, prosperidad, alegría en esta ciudad serrana con alma de costa.
Los hombres y las mujeres eran altos , y en su gran mayoría parecían de la capital. Muchos tenían los ojos claros . El trato, cordial y orgullosos , eso sí de su tierra. El mejor manjar blanco, la mantequilla del orbe, Nina había dado cuenta de una desayuno pantagruélico por lo que pudo dar fé de esa verdad. Pasados los días , la señora de la Posada prácticamente la tomó bajo su tutela y le ofreció el puesto de recepcionista. Nina aceptó de buena gana. Así ella se enteraría de primera mano de las novedades , quien arribaba . La mujer no tenía hijos y Nina tomó muy en serio el cargo. La paga era modesta pero incluía comidas , por lo que estaba más que contenta.
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