Aquellas horas sumergidos en el riachuelo se convirtió en un rito secreto entre los amantes.
Nina salía de casa o volvía de resolver algún negocio y sin levantar los ojos del suelo ,se dirigía directamente al río.
Dámaso, apretando en el pecho el sentimiento de culpa por no estar dedicado en cuerpo y alma a preparar la logística del asalto, caminaba olfateando los pasos de Nina.
El perfume que desprendía su cuerpo cuando iba en pos del amor . Reconocía sus humores de hembra entre la yerba y los caminos polvorientos. Tan suya era, que su olor impregnaba el terreno de modo, tal que él la buscaba como un animal en celo .
Ellos se amaban lentamente, saboreando cada poro, cada pliegue de sus cuerpos.
En silencio, primero y luego entre rumores , palabras entrecortadas que se confundían con el sonido cantarino de aquél río
Eran dos chiquillos jugando en el agua cristalina, queriéndose entre las piedras lustrosas de la orilla.
No había susurro, murmullo, gemido que no supieran interpretar a la hora del amor.
Dámaso lamento el tiempo perdido sin mujer. El amor de Nina, implacable, rotundo lo había traído de vuelta a la tierra de los vivos.
Y al goce de los cuerpos, algo que ya había olvidado y que no esperaba encontrar en nadie.
Nina era costeña, su alegría era burbujeante y en sus ojos chispeaban el deseo, el desprejuicio que asustaron al amante en un principio.
El era reservado pero Nina conocía bien la fuente de su inmensa ternura. Esa misma dulzura que inventaba para ella caricias nuevas, sensaciones distintas , que le encantaban, la subyugaban , la rendían derrotada al amante sobre las rocas, sintiendo el
Ella , a su vez, recorría el cuerpo ancho de campesino a besos. No había lugar que sus boca no conociera . Y él se dejaba amar y gemía , tal como Nina ,sin tapujos, ni pudores.
Pronto llegarían los camaradas y debían concentrar esfuerzos en los proyectos.
Santos , a pesar de estar en pareja con una periodista limeña, buscó cariño en una muchacha del poblado .
Cuando los seres saben que se juegan la vida, rebervece en el revolucionario las ganas locas de amar , como si en ello también se les fuera los días.
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