Bastaron unas pocas semanas para que Nina conquistara a quien la tratara en la posada y a muchos amigos mineros. De ellos,
escuchaba con verdadera atención los movimientos , las llegadas de los cartuchos de dinamita. Inclusive, uno de ellos, el más interesado en ganar su corazón le hizo el tour completo por la mina,
Nina comprendió que la tarea no sería fácil, pero tampoco imposible.
Ahora tocaba confraternizar con los mineros, los sindicatos y conocer al mítico Goyo Santos, que había salido recién de la cárcel.
Para conocerlo debía ir sola y musitar el nombre de Dámaso y de aquél otro camarada asesinado en otras tierras.
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