El primer día del otoño era frío y oscuro como el alma de María.
Nadie había contestado a sus pedidos, ni su tía, menos su hermana.
Sería posible que la abandonaran así?.
Su marido no le daba la menor importancia a su angustia pues él recibía su dinero diariamente y además le mandaban el almuerzo y las pastillas. Así cualquiera se va despreocupado a tomar café con los amigos. El no sabía de carencias. Siempre había sido rico, muy rico y estos tiempos disponía del dinero que aún le sobraba y que su hermana se lo entregaba diariamente, a cuentagotas.
La hermana había mostrado una dureza de corazón, que María comprendía pero no aceptaba. La pérdida de su hijo, la consiguiente enfermedad de su niña linda y los juicios contra la bruja , madre de su único nieto habían cerrado el alma. Quizás parea que no la hieran más, para no sentir. Había que ponerse en su lugar, pero a la hora de los desesperados, todos son malos.
María se preguntaba si podría resistir el frío, la pobreza, el hambre o la suciedad.
No lo creía, era carne de desesperación y odio.
Sí,ella amaneció hoy odiando el cielo gris, su poca suerte , a ella misma por derrochar en su empleada, Pero era justo, ella como patrona tenía que ayudarle y darle lo que María en su momento careció. Todos los gastos , menos la Revista habían sido una irresponsabilidad, una gran falta de criterio. Un mono lo hubiera hecho mejor.
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