Alicia escribía poemas para liberar su tristeza.
Era su mejor medicación. Ni cuando intentó cortarse las muñecas sintió tanto alivio . Era como si al escribir iba dejando letra a letra pena por pena de cada poro de su piel. El asunto era agotar las letras, vaciar los poros de ese veneno que le devoraba el alma.
Podía escribir por horas, y no se permitía el descanso. Uno no deja lo que le procura bienestar por enfrentarse al golpe seco de una realidad, que tardaba mucho en tornarse a su favor.
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