María soñaba con escaparse a San Miguel a volver a contemplar el mar. Su mar desde aquél malecón de la Plaza de la Media Luna rugiría de satisfacción al verla nuevamente. No existía un lugar tan mágico, bello y con recuerdos más amables que aquella plaza.
Allí pasó un verano radiante con aquél ex esposo , con quien compartían una historia común y gustos por la música salsa, la pasión por el baile . Aquello que su esposo odiaba con fervor.
O simplemente pasaban el tiempo sin hablar , escuchando la música de las olas , la cabellera rociada de brisa, la libertad.
Era la carcajada sin cesar, la felicidad en su banco de madera.
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