Ana perdió a Dulce Bis Bis y fue perder a su hija más querida. Sabía que estaba sufriendo un duelo ,que tardaría en sanar , cuando la visité al día siguiente. Se le escapaban las lágrimas a ella , que jugaba a hacerse la dura.
Yo le llevé un dulce para que se lo comiera solita. Nada conforta más que un buen dulce en las tristezas.
Dulce Bis Bis era además su relacionista pública. La sacaba cada mañana a pasear al parque Mariscal Castilla y se encontraba con amigos comunes. Siempre me venía con una novedad . Vi a tal o cual , ya es abuelo. Luego, muchos meses más tarde alguien le regaló otra perrita que no conocí.
Ana se encariño , pero respetando siempre el lugar principal que ocupó Dulce Bis Bis. La sacaba al parque, igualmente, se reía mucho de sus travesuras y su amor a los niños pero la enfermedad de Ana avanzaba y pronto no podría hacerse cargo de la perrita . Alguien la puso en contacto con una americana que estaba embarazada y quería formar un hogar con su mascota. Esa propuesta tranquilizó a Ana, la consoló pero la herida está aún abierta.
No es necesario sufrir castigos corporales , violencia doméstica para que los dolores de las pérdidas marquen a la mujer. Y esa herida abierta es el golpe diario de Ana al recordar a sus adoradas mascotas.
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